ROSAS PARA LOS ARCANGEL SAN MIGUEL, SAN GABRIEL Y SAN RAFAEL
La BEATA ÁNGELA DE FOLIGNO (1250-1309) era una mujer muy bella, rica y noble, bien casada, que tuvo siete hijos. Poco a poco, fueron muriendo su esposo y sus hijos, y ella, con 40 años, decide dedicarse totalmente al Señor, distribuyendo sus bienes a los pobres. Fue una santa mística, que recibió las llagas de Cristo, que llegó al matrimonio espiritual y tuvo éxtasis frecuentes. Estuvo 12 años sin comer ni beber, sólo recibía la comunión. En su libro de "Visiones e instrucciones" habla de la visión frecuente de los ángeles. Dice: "Si no lo hubiese sentido, no habría creído que la vista de los ángeles fuese capaz de dar tanta alegría".
SANTA GERTRUDIS (1334) cuenta que un día se sintió inspirada a ofrecer la comunión en honor de los nueve coros de ángeles. Y Dios permitió que viera cuán felices y agradecidos estaban por este acto de amor hacia ellos. Ella nunca hubiera podido soñar que podría darles tanta alegría.
SANTA JUANA DE ARCO (1412-1431), la heroína francesa, cuando le preguntaron sus jueces sobre los ángeles, respondió: "Muchas veces los he visto entre las personas".
SANTA FRANCISCA ROMANA (1384-1440) tuvo la gracia de ver continuamente junto a sí a su ángel custodio durante 34 años. Lo veía de noche y de día. El ángel irradiaba una luz celestial que iluminaba la habitación para que pudiera recitar de noche el Oficio divino y atender otros menesteres de la casa. Lo veía a su derecha, estuviera en casa, en la Iglesia o por la calle. Si alguien hacía algo malo en su presencia, se tapaba la cara con las manos. Era tan grande la luz que irradiaba que no lo podía mirar de frente, sino cuando oraba, cuando era tentada por los demonios o cuando hablaba con su confesor de su celeste protector.
Tenía la figura de un niño de 10 años, cubierto con un hábito blanco o túnica que le llegaba hasta el talón, dejando al descubierto sus pies desnudos, con el rostro mirando al cielo y las manos cruzadas ante el pecho y los cabellos esparcidos sobre la espalda en rizos de oro.
SAN FRANCISCO JAVIER (1506-1552) escribía en una carta a sus hermanos de Goa: "He puesto mi confianza en Jesucristo, en la Virgen María y en los nueve coros de los ángeles, entre los que he elegido como protector y campeón de la Iglesia militante a San Miguel; y no espero poco del arcángel, a cuyo cuidado se ha encomendado este gran reino del Japón. Cada día me encomiendo a él y a todos los ángeles custodios de los japoneses". Era muy devoto de su ángel.
SANTA TERESA DE JESÚS (1515-1582) tuvo muchas visiones de ángeles y escribe: "Vi un ángel cabe mí en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla... No era grande sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parecen todos se abrasan, deben ser de los que llaman querubines... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro, me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas; al sacarlo me parecía que las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios" (Vida 29,13).
SAN FRANCISCO DE SALES (1567-1622) antes de predicar un sermón pasaba su vista por todos los asistentes, pidiendo a sus ángeles que dispusieran debidamente sus almas para escuchar sus palabras. A esto atribuía el gran efecto de sus sermones para convertir pecadores.
La beata ANA CATALINA EMMERICK (1774-1824) dice: "Mi ángel me acompaña con frecuencia; unas veces, va delante de mí; otras, a mi lado. Siempre está silencioso o reposado y acompaña sus breves respuestas con algún movimiento de la mano o con alguna inclinación de cabeza. Es brillante y transparente; a veces, severo o amable. Sus cabellos lisos, sueltos y despiden reflejos. Lleva la cabeza descubierta y viste un traje largo y resplandeciente como el oro. Hablo confiadamente con él y me da instrucciones. A su lado siento una alegría celestial... He visto, en ocasiones, ángeles sobre comarcas y ciudades protegiéndolas y defendiéndolas".
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Fuente: Libros: “Miguel, Gabriel y Rafael, Arcángeles en acción”; “Ángeles de aquí y de allá”; “Tu amigo el ángel”; “Ángeles en acción”, todos del Padre Ángel Peña.